He destruido todos los diarios, anotaciones, pensamientos que había ido escribiendo a lo largo de los años.
Ha sido como soltar un lastre, deshacerme de un peso agónico que me llevaba
cuesta abajo. El rencor, el miedo, el dolor cada vez que releía esas páginas me
hacía un daño insufrible.
Me he dado cuenta, ahora, después de tantos años, que todas mis
frustraciones estaban plasmadas en esas páginas y día tras día, años tras año,
eran las mismas quejas, los mismos llantos, el mismo rencor. No tenía ninguna
solución, no creaba ninguna salida. Siempre lo mismo.
Nadie era culpable de ciertas situaciones excepto yo. Nadie te hace daño si
tú eres fuerte, si tienes confianza en ti mismo, si sabes dónde vas y tienes
claro tu camino.
Ninguna de estas cosas tenía yo. Y ha sido ahora, después de dejar de
trabajar, de ser mayor, sí porque tengo cincuenta y muchos, cuando me he dado
cuenta de que no podía continuar así.
Mi carácter se ha agriado por no saber poner coto a la tristeza, al rencor.
Por no saber perdonarme y perdonar.
Lo último que quiero es ser una amargada, ya no para mi, si no para la
gente que me ama, que ha estado y está conmigo sin pedir nada a cambio,
amándome y sosteniéndome en los momentos más duros ; dando otro punto de vista,
otro giro, otro ángulo para que yo pudiera ver la situación desde otro enfoque.
Por eso he destruido todo lo escrito. Destruir para renacer.
Y el alivio ha sido infinito.
La imagen: A Breath of Wind - Dima Dmitriev
No hay comentarios:
Publicar un comentario