Día a día

No pido otra cosa: el cielo sobre mí y el camino bajo mis pies. Robert Louis Stevenson

martes, 28 de enero de 2014

A veces...



No siempre es cuestión de seguir la luz

José María Zonta

No siempre es cuestión de seguir la luz
casarse virgen
persignarse frente a las iglesias
dar limosna
encender velitas
comer con la boca cerrada
para que las moscas no te roben el bocado

no siempre es suficiente
con que la ropa te combine
cruzar en verde
permitir que los ciegos te ayuden a pasar
y no interrumpir cuando hablan los mayores

no siempre el problema se resuelve
con no gritar
no insultar
no desear la mujer de tu prójimo
ni devolver cuando nos dan más vuelto

a veces
como condimento
conviene ponerle a la sopa
un pecado
con quien menos se lo espera.

viernes, 10 de enero de 2014

Desde mi ventana



Al asomarme a esa ventana, y entre los bloques de pisos que me rodean, en este pueblo mío, queda ante mis ojos un trocito de paisaje que va cambiando con las horas del día, con los meses de año, con las estaciones, como si fuera una película proyectada en esta ventana mágica.

Al fondo, la sierra; montañas que cambian de color, desde el azul grisáceo al blanco, en invierno que pone la nieve; más abajo, pueblos y parte de los barrios de nueva construcción como Las Tablas. Un poco más cerca, el parque Juan Carlos I, pone el color verde, en todas sus variedades.

También se divisa parte del aeropuerto – unido a mi vida desde, casi, que nací – y más cerca, casi en primer plano mi pueblo, mi barrio.

Pero sobre todo, desde esta ventana, veo las copas de los árboles que rodean a esta jungla de ladrillo; a los pájaros, que andan como locos, persiguiéndose en vuelos suicidas, unos a otros y el cielo; ese cielo que cambia con cada segundo del día, con cada nuevo rayo de luz, con cada nube, poniendo en este cuadro, desde mi ventana, los colores más hermosos que tiene la naturaleza.

sábado, 4 de enero de 2014

Después de la batalla


Parece una ciudad fantasma.

Ni un ruido, ni un sonido.

Calma total.

Silencio total.

Una ciudad con su caos cotidiano, impone vista y oída así.

Pero según se avanza por esta ciudad solitaria, se ven los destrozos después de la batalla.

Y es que toda batalla tiene consecuencias y estas son desagradables, horrorosas, olorosas y cochambrosas.

Sí, sí, no exagero la batalla del 1 de enero se salda con restos por cualquier lado inimaginable, vomitonas descomunales, botellas, bolsas, papeles, restos de petardos, comida y algún que otro ser humano derrotado por tanta fiesta, tirado de cualquier manera sobre un banco o en la acera.

Y es que con el afán de festejar la salida del año viejo y la entrada del nuevo, nos desatamos de tal manera que perdemos… ¡hasta la consciencia!

El amanecer de una guerra, incruenta, a veces, que el único saldo que deja es dolor de cabeza, mal cuerpo y mucha, mucha suciedad.

miércoles, 1 de enero de 2014

Comenzando el año


Comienzo este año con una tradición, una costumbre que no se desde cuando se celebra en casa, me imagino que se compró la televisión , allá por los años 60.

El despertar del 1 de enero era, casi siempre, con un poquito de mal cuerpo, hay que reconocerlo. No estábamos acostumbrados a trasnochar, a comer comida tan rica y buena en esas cantidades. El ruido saliendo de la cocina, ya se estaba preparando la comida de Año Nuevo, por supuesto con todas esas sobras de la cena de fin de año. Una vez más la casa se llenaba de olores suculentos, magníficos; las mujeres de la familia reinventaban platos nuevos con toda aquella comida.

La televisión se ponía y comenzaba la tradición de ver la Santa Misa desde Roma – la abuela con un recogimiento inusual- el concierto de Año Nuevo desde Viena y los saltos de esquí desde donde aquel año tocará saltar.

De vez en cuando se abandonaba la cocina, al son de unos de los valses maravillosos y mi madre y tía Isabel, enlazadas, bailaban por aquel pequeño salón, arrancando risas en el abuelo, alguna sonrisa de la abuela y nuestras palmas y alegría infantil.

Era digno de verlas, con los mandiles y algún cucharon en la mano. Momentos de alegría, de despreocupación, de ganas de descubrir lo que nos depararía el año recién estrenado.

Y con esta tradición familiar evoco en este día a todas las personas buenas y maravillosas que me faltan, pero que están conmigo realizando los mismos pasos que me enseñaron en su día para que esto se convirtiera en una tradición, en una costumbre del recuerdo, de la añoranza, de la nostalgia…