La
noche del día 1, Día de Todos Los Santos, al día 2, Día de los Fieles Difuntos,
la abuela, en casa, encendía las lamparillas o mariposas de aceite.
Las
colocaba dentro de unos tazones de loza y toda esa noche se pasaban flotando,
encendidas, y ofreciendo, a mis ojos de niña, imágenes fantasmagóricas.
A
mí no me explicaron, en su momento, el porqué de ese ritual.
Ahora
sé que era en recuerdo de todos los seres queridos que habían fallecido.
La luz en las
tinieblas.
Y
desde hace muchos años, en casa, esta noche, no se encienden lamparillas, se
encienden velas en recuerdo de todos esos seres maravillosos que nos han dejado
pero siguen vivos en nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario