Al llegar este día, siempre me viene el
recuerdo de una rima de Gustavo Adolfo Bécquer:
“- Dios mío, qué solos
se quedan los muertos”
No creo que se queden solos. Están en nuestros recuerdos, en el día a día, en las
vivencias, en las anécdotas, en el dolor y en el alegría compartidos con ellos.
Seguimos hablando con ellos; mantenemos
discusiones con la madre que se fue; seguimos recordando las recetas de cocina
de la tía querida. El nombre de las nubes que nos enseñó el abuelo adorado y
esa vainica perfecta, que en tardes de verano, a la puerta de la casa, una
abuela intentaba enseñarnos.
No, no se quedan solos, están en nuestra vida
porque fueron y son parte de ella.
Los muertos están en nuestro corazón.
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